Ficha Técnica y anécdotas en primera persona
“Mi nombre completo es Eber Carlos Ludueña, tengo 48 años, soy futbolista retirado con un récord que pocos podrían exhibir: 111 partidos en primera, 25 tarjetas amarillas y 37 rojas; tres pases gol, dos tiros en el palo y uno que se fue a 20 centímetros del travesaño. Mi único tanto lo convertí en el partido despedida, de penal, no sin antes haber errado otro. Jamás tuve una época de oro, pero una vez salí en la tapa de El Gráfico. Fue en 1981, en el número 12.784. A simple vista no se ve, pero si prestan atención verán mi oreja y parte de mi melena asomando atrás de la cara de Víctor Marchetti, que festeja su gol. Tengo, además, un premio único: la Asociación Argentina de Arbitros acaba de conferirme la Gran Tarjeta Roja en mérito a mi condición de “el jugador más violento de la historia”. ¿Mis apodos? Dos: “Motosierra humana” y “Terror de los arqueros (locales)”. “Mi estilo de juego era el de un 4 pesado, pegado al lateral derecho, difícil de pasar, en definitiva un 4 tímido, con poca proyección. Pocas veces cruzaba mitad de cancha. Sacaba bastante bien los laterales y no pateaba los tiros libres. Ah, una vez casi tiro un corner, pero no quise insistir porque no estaba seguro de poder volver en caso de un contraataque. De algún modo la vida me predestinó porque nací un viernes 4 de abril (mes 4) de 1954”.“Profesionalmente jugué gracias al 225. Estaba en Loma Negra de Olavarría, contratado por el 20 por ciento. El 4 titular, un petiso despierto y con buen manejo que vivía en Azul y viajaba todos los días hasta el club, pasaba por un gran momento y era inamovible. El día del partido contra Independiente, bajó del colectivo que lo trasladaba habitualmente y tan concentrado estaba que no escuchó que venía otra micro atrás. Era la 225, un interurbano que unía Azul con Olavarría. El quedó al medio y lo arroyo todo. Entonces el técnico me llama de urgencia y yo juego frente al Independiente de Bertoni gracias al 225. Perdimos 4 a 1. No jugué del todo mal”. “Mi jugada exclusiva se denomina “La pavota”. Consiste en pisar la pelota y hacerle describir una “v” cuyo vértice pasa por un eje vertical imaginario. Sirve para mostrarle la pelota al adversario y provocarlo. Cuando alguno de ellos se acerca a menos de cinco metros, lo reventamos”. “Mi desembarco en el exterior fue casi por casualidad, como las grandes cosas en la vida. Sucedió que el Lecce compró a Gonzalito, un puntero hábil y escurridizo que jugaba conmigo en Douglas. Pagaron por él 1.996.000 liras. Y había que mandarles el vuelto. En la secretaría del club no había un peso. Mucho menos había liras. Así fue que me enviaron a mí, a modo de vuelto de la operación. Costé 4.000 liras. Jugué un partido y la mitad de otro hasta que fracturé al ídolo del Dinamo de Kiev en un amistoso”.“Me encantaría que la historia me recuerde como lo que fui, un 4 tímido, con poca proyección, áspero, pero sin mala intención. Detrás de mi aspecto duro de jugador aguerrido se esconde un tierno, un tipo sacrificado al que todo le costó mucho esfuerzo, que lesionó a muchos colegas, pero siempre sin mala intención. Que todo lo que hizo fue por el bien de su familia y que siempre soñó con estar en el hall de la fama junto a los grandes. Y el tiempo me dio la razón: al estilo de Diego Díaz, logré cobrar notoriedad como futbolista, una vez retirado. Y créanme que estaría satisfecho si algún día tu hijo te pregunta: “Papá, ¿quién fue Eber Ludueña?
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